Bendita infancia
Recuerdo aquella bonita infancia vivida en Cantalpino. Recuerdo aquellos días en los que pasábamos las horas muertas en la charca, recuerdo los baños que nos dábamos en ese agua tan sucia y las barcas que hacíamos para navegar por ella, nos pasábamos el día cazando renacuajos como si se nos fuese la vida en ello.
Recuerdo aquellas noches en las que nuestro único propósito era llamar a todos los timbres que pudiésemos, recuerdo como corrían detrás de nosotras ¡que adrenalina! pero ningún timbrazo desprendía tanta adrenalina como una visita a la Valentina, el acercarse a su puerta era considerado de héroes.
Recuerdo aquellas noches de verano cuando íbamos de huerto en huerto comiéndonos todas las sandías que pudiésemos hasta reventar.
Recuerdo la alegría que desprendía aquellas visitas al campanario de la iglesia, nos encantaba subir a ver nuestro pueblo desde arriba.
Recuerdo la horas que pasábamos en el rincón y en la calleja de Porre, los cigarrillos infragantis que pasaron por allí.
Recuerdo nuestros primeros botellones en los que teníamos que coger de nuestras casa todo lo que había sobrado de nuestras comuniones.
Recuerdo que las mayores preocupaciones eran que no dejasen entrar a los quintos en clase, que nos echasen de la biblioteca por portarnos mal o que se nos rompiese una peonza simplemente.
Hay tantas historias guardadas en mi mente de este pueblo que presumir de él es lo menos que puedo hacer.
Rocío Herrero Gamaza