“Me encantaba salir en Santa Águeda a correrla por ahí”

Marciana Gómez García (Cantalpino,12/07/1920) es una de las vecinas más longevas; recuerda los duros años de trabajo en su juventud aunque posteriormente regentó una fonda buscando su asentamiento en la localidad. Ahora, a sus 95 años, añora cómo se celebraba Santa Águeda todos los 5 de febrero.

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Ha vivido toda la vida en su localidad natal, pero su etapa de niñez y juventud no fue fácil, “me quedé sin madre antes de cumplir un año y mi padre murió cuando solo tenía 8 años” lamenta, por lo que pronto tuvo que ir a Salamanca “a trabajar de lo que saliera”. Seguidamente, realizó labores del hogar en el edificio que hoy ocupa la biblioteca.

Poco después de contraer matrimonio con Nemesio, al que recuerda con mucho cariño, decidió abrir un establecimiento de hostelería, al que le resta magnitud al comparlo con un hotel  “no vamos a darle tanta importancia, hombre, (rie) y cuando ya estaba un poco más mayor… en Santa Águeda, a correrla”, relata con muy buen humor.

García Gomez tuvo una vida ajetreada. Recuerda, por ejemplo, la llegada del teléfono y de la electricidad como un gran avance, aunque todo era muy distinto a la época actual, en tiempos de moza, lavaban a mano. “Recuerdo que llevaba la banasta en la cabeza y caminabamos hasta la alameda”  pero matiza que había otros lavaderos más cercanos,  “había una gran charca donde estaba el antiguo hogar de los jubilados”, señala.

Con respecto a la festividad de Santa Águeda expone que ” lo viviamos muy intensamente, haciamos pastas y limonada. También nos juntámbamos para comer en mi casa y después poníamos baile. Desconece como están ahora las cosas pero “en mi época estabamos muy unidas en Santa Águeda, lo pasábamos muy bien”.

A principio de los años 80 “vino el Gobernador y preparamos una fiesta muy grande en honor a Santa Águeda y a partir de ahí seguimos muchos años corriéndola por ahí, pero muchas mujeres”, por lo que considera que éste  fue el punto de partida para celebrar esta fiesta año tras año.

A pesar de todos los buenos momentos compartidos “ya muchas no están, han muerto” -añade- pero la costumbre se mantine viva, “Íbamos a misa, saliamos en procesión y hacíamos el muñeco que habrás visto, le poniámos un trajecito y le  quemábamos. Dice la tradición que habia que quemar a Decio, porque obligó a Santa Águeda a cortarse los pechos”, añadió

“Yo era de las primeras que iba, las  preferidas llevándonos a bien, haciendo muchas cosas, lo pasábamos muy bien juntas, explíca mientras observa con añoranza una fotografía de la procesión de 1997 en la que aparece con el banzo delantero izquierdo de la virgen.

Pese a su buen estado de salud en general -goza de una memoria envidiable- actualmente reside en “La Casa del Abuelo”, donde confiesa estar atendida estupendamente ya que “son muy majas las chiquitas, estamos muy bien” pero sin olvidar todo lo que la ha llevado hasta llegar a sus 95 años, ” ahora ya no queda nada…¡Qué le vamos ha hacer!”, se resigna sin perder la sonrisa y la sabiduría que la caracteriza.

 

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